Hacía ya muchos días que la Reina no podía conciliar el sueño. Todos sus súbditos estaban inquietos, molestos y agotados, ya que debían permanecer al servicio de su majestad día y noche. Lo peor de todo era su mal humor, por lo que era urgente que alguien encontrara una solución. Se informó al reino: quien lograra dormir a la Reina sería recompensado.
Candidatos de todo el país y de lugares muy, muy lejanos acudieron a palacio.
Pero todo fue en vano, parecía imposible que la reina volviera a dormir.
Editorial: Tres Tigres Tristes